El 16 de noviembre de 2010 es una fecha señala para la historia del flamenco. La Unesco incluyó este género musical y cultural en la ‘Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad’. A este reconocimiento siguió la creación por la Junta de Andalucía del ‘Día Internacional del Flamenco’, efeméride que conmemora este hecho esencial no sólo para la honra y prestigio del ‘Arte Jondo’, sino también para su salvaguarda y preservación en el tiempo.
Su trascendencia cultural y artística y la diversidad inherente de su cante y baile justifican por qué el flamenco es Patrimonio de la Humanidad. No obstante, ha mantenido un estatus casi religioso mucho antes de que esta organización de las Naciones Unidas la pusiera en valor, como demuestran los espectáculos de flamenco en Granada y del resto de Andalucía que vienen celebrándose desde tiempos inmemoriales.
Flamenco desde el alma
El flamenco permite disfrutar del arte de forma directa. Es una expresión visceral desde lo más profundo del alma de los artistas y que llega directamente al corazón de espectador. Dos ingredientes básicos: alma y corazón, aderezados con la entrega visceral de los artistas, con el único guión de la emoción y el sentimiento del flamenco original, el Flamenco de tú a tú.
3 razones para entender por qué el flamenco es ‘Patrimonio de la Humanidad’
Por su valor cultural
El origen del flamenco se encuentra en la ciudad de Granada, capital cultural y social de la España del siglo XV y XVI. El flamenco es la expresión artística resultado de las múltiples culturas que coexistieron en el Reino de Granada (árabes, cristianos, judíos y gitanos).
Cuando los gitanos se instalaron en la Península hacia el siglo XV, sus costumbres se mezclaron con las judías y árabes existentes, resultando en la creación de una cultura uniforme: la andaluza. Esta capacidad para asimilar elementos foráneos se hace evidente en la adopción de la seguidilla manchega o en la introducción del cajón flamenco en la década de los setenta por el compositor gaditano Paco de Lucía (1947-2014) durante una gira musical por Perú.
Esta mezcolanza no ha impedido al flamenco ser uno de los mayores estandartes del patrimonio cultural y artístico español —y desde 2010, del mundo—. Refuerzan su identidad e individualidad la presencia de elementos propios, inseparables del flamenco: la guitarra española, las castañuelas, el traje flamenca, etcétera. Así pues, el flamenco como cultura está fuera de duda.
Por ser un arte indiscutido
Otro motivo detrás del reconocimiento del patrimonio cultural del flamenco es su condición de arte (con razón su sinónimo es «arte jondo»). Y de arte mayúsculo, además. En este género confluyen los llamados cante, baile y toque, esto es, la música vocal, el baile y las melodías y ritmos de acompañamiento. Por separado, cada una de estas disciplinas requiere una maestría suprema, que en muchos casos es resultado de una vida de dedicación, como demuestran los ejemplos de Lola Flores ‘La Faraona’ (1923-1995), Manuel Ortega Juárez (1909-1973), Pastora Pavón Cruz ‘La Niña de los Peines’ (1890-1969), José Monje Cruz ‘Camarón’ (1950-1992) o el citado Paco de Lucía.
Sin embargo, justo es reconocer que más que arte, el flamenco tiene duende, por utilizar una de las expresiones más castizas y genuinas que pululan en los tablaos del sur peninsular. Este andalucismo ha sido definido por las Academias como «encanto misterioso e inefable», y viene a significar que es una música y baile mágicos, imposibles de someter al análisis racional. Un je ne sais pas que dirían los franceses. Para nosotros es, sencillamente, flamenco.
Por su diversidad inherente
Aunque la RAE define el flamenco como una «manifestación cultural de carácter popular andaluz, vinculada a menudo con el pueblo gitano», este género musical se cultiva hoy en los cinco continentes, no siendo propiedad exclusiva de las comunidades romaníes (ni mucho menos lo pretendió). Tanto es así Japón y México albergan dos de las mayores concentraciones de academias de flamenco del mundo.
Esta diversidad se aprecia también en el crisol musical que caracteriza al flamenco como Patrimonio de la Humanidad, fácilmente clasificable en los siguientes subgéneros: el fandango (contiene remembranzas del fado portugués y bebe especialmente de la cultura árabe y lusa), la soleá (se caracteriza por una música vocal solemne y profunda; es una de las bases de los palos o cantes flamencos), la bulería (de compás idéntico a la soleá, aunque con mayor flexibilidad en su cante y danza), la sevillana (baile en parejas que se ha convertido en uno de los más populares de España y en el más ejecutado durante la Feria de Abril de Sevilla).